martes, 28 de julio de 2009

hoy


no he leído a nadie. me he leído a mí, en la corteza de los árboles. ingenuamente hoy me encuentro tranquilo. para evitar gritos que agrieten la realidad. una realidad aburrida, donde solo hay triste miseria, y desolación abultada.


pero no, hoy es día de agradecer. agradecer que puedo desfallecer varios kilómetros derritiendo mis carnes como jugo de uva en el polvo del suelo terremoto.


hoy la sangre de mis ojos es purpura profundo: se clava en los árboles y en las rocas. aletean las hojas como focas árticas y me sonríen; las rocas croan su dureza reflejándome en el sol. y me gritan canciones silenciosas. como sapos, como mosquitos que beben leche en las nubes.


hoy hay serenidad en mis oídos.


ni el bullicio de los autos maquinas, ni la estupidez libertina del hombre-consumo que gorgorea en la ciudad volcán aplastado. en el fuego simulado. espontaneidad inducida. sentimientos superficiales, de plastilina. nada de esto puede ya astillarme el ánimo.


ánimos como dientes que explotan cuando se clavan en el todo de la galaxia: en la mesa, en el techo, en la cafetera con té. en el refrigerador.


hoy hay endorfina en mis palabras que dicen nada mañana. por que las siento palpitar dentro.
soy bolitas de barro de jade atrapadas en una red de pescar. las palabras se sienten una vez y después desaparecen.


esto es solo una fotografía de hoy. con cosas simples: aire limpio y azul, tierra seca, unas cuantas rocas. y algunas de tus miradas dulces.

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