domingo, 20 de abril de 2008

Amo mi baño.


Amo mi baño. ¿Quién como yo? Poseo la libertad absoluta de sentarme en la taza del escusado con la puerta abierta; respirar el ambiente salvaje de la naturaleza sentado en la tibia comodidad de un retrete ¡Water Closet! Nunca antes me había percatado de la bizarra belleza de la que es poseedor mi rincón de los desahogos. Desde este punto, e hipnotizado por la superficie irregular del piso de cemento, logro adentrarme en una especie de paz interna; pensamientos de tranquilidad. Lo más filosófico del lugar donde habito lo encuentro aquí, en el baño. Las cuatro esquinas del pequeño cuarto con sus cúmulos de polvo, suciedad, moho y cabellos resultan indispensables en la constitución de este misterioso lugar. Un adorno exclusivo; las espesas telarañas que elegantemente se corren de la orilla del lavamanos al tanque del retrete son un lujo exclusivo que solo yo puedo apreciar. Sus moscas, mosquitos y otros bichos desconocidos entremezclados a unos cuantos trozos de hojas de papel sanitario son un espectáculo maravilloso cuando se trata de la viuda negra que sale de detrás del lavamanos a alimentarse de estos infortunados insectos; esta araña ya se ha familiarizado ha mi presencia, es solo hasta que hago vibrar fuertemente las telarañas que vuelve a su refugio. El silencio es interrumpido por el tosco arrancar del viejo y oxidado refrigerador que yace al fondo a la derecha, en la mera entrada. ¿Extraño? Para nada, es parte de los escuetos elementos visuales que componen mi madriguera de pensar. Su tonalidad es un descolorido amarillo-beige al igual que el de las paredes. La ventanita detrás, y encima de mi cabeza permanece siempre abierta, funciona como una especie de filtro de luz, desde aquí la artificial iluminación de la bombilla eléctrica es enriquecida por los calurosos rayos de luz solar. W. C. Esto es un privilegio. Antes de comenzar a desnudarme he de cerrar lo que queda de puerta; puerta caída, nunca se podría estar a salvo si algún día, a algún indiscreto, accidentalmente se le ocurriese poner su mirada entre las ranuras de la hinchada madera de la puerta y el desgastado marco al cual se encuentra unida. Je, nada que temer, rara la vez que alguien se pasea por estos rumbos; este es mi territorio. ¿Y si sucediese? ¡Bienvenido sea! Dejemos que se deleite la pupila con mis antiestéticos atributos físicos. El agua comienza a tocar su música helada, su consistencia rígida inunda de a poco el piso curvado de la regadera. Y cae el estropajo, el jabón empolvado y deforme, el rastrillo, la pasta, el cepillo de dientes; y caen mis pies. Interrumpo en todo esto después de unos bailes de calentamiento moral y estiramientos musculares. El grabador esta encendido. 91X la emisora. Comienza el viaje, los sueños, la alegría; se eleva la adrenalina y los latidos del corazón se multiplican al doble. Puedo sentir como la presión sanguínea se hace presente en las arterias del cuello, en la venas de mi frente se puede claramente distinguir cada latido; tomar el pulso visualmente. Una inesperada buena canción precipita aun más la intensidad de este vivencial ritual de higiene espiritual. Se avecina el momento ¡Éxtasis! Las gotas de sudor se pierden en los chorros de agua que discurren por entre mis formas corporales. Mi cuerpo se fusiona a la sombra proyectada en la pared; un baile estrictamente coordinado, nunca hay error, ella sigue a cada movimiento mío. Construyo universos, vivo ideas, creo emociones… Al final el agotamiento se hace presa de mí. El dolor de cabeza se hace presente; pero la forma de percibir el tiempo se ha agudizado un poco más. Le siguen las suaves caricias, la delicadeza de una toalla verde y desgastada se asemejan a las sabias manos de una anciana. Vuelvo a mi estado de reposo. Disperso lentamente la crema por toda mi piel; no hay rincón que quede exento. Me disfrazo de nuevo con mis ropas. Se va la música, se apaga el ensordecedoramente inteligente ruido del grabador; vuelve mi soledad. Y quedo ahí, tranquilo; absorto en la imponente contemplación del baño mágico. Es mi gran secreto; la cámara de rejuvenecimiento no es otra cosa que un estridente y bizarro baño viejo lleno de parábolas visuales y escondites sonoros. Antes de salir de nuevo al mundo agarro valor con un gran trago de leche fría que he tomado del refrigerador. Amo mi baño; no iré lejos, mañana regreso para contigo. Sigue fermentándote en el tiempo, tú, mi baño…

1 comentario:

mAgA LaLaLa dijo...

Chava, limpia tu baño! Jaja, aqui nomas pasando a saludarlo...