Agua Helada. Elogio.

Tierra negra, empapada en lo profundo. Es la lluvia. Frías gotas. Es agua pequeña que enternece y suaviza la crueldad absurda de la vida. Fría agua. Me seduces, me embriagas. Enrareces la existencia, moldeas el paisaje; pareces eterna e inquebrantable. La dureza de tu golpeteo nos advierte la fragilidad de lo creado, mas la delicadeza con la que te filtras por entre el suelo nos revela tu bondad. Frías gotas que caen. Al menos por un momento el tiempo se detiene; me olvido del mundo, me dejo caer y abrazo la bondad de la lluvia. La esencia del océano es la misma de cada gota que ahora se estrella contra mi rostro; pequeñas explosiones de energía fría en la superficie de mi piel ardiente alivian por instantes una sed tan terrible, como interminable. Fría agua, esta es la sed del anhelo, del deseo; este es el baile del hombre resignado. La pesada losa de la desesperación parece evaporarse con cada gota que cae. No te vayas, déjame bañarme en la espesura de un lodo oscuro y lleno de ti; déjame empaparme de tus lagrimas, tan refrescantes y ricas, como el agua del mejor de los oasis ¡Rica agüita! ¡Mojas el corazón de un hombre solitario!, triste antes de que llegaras tú en forma de lluvia y nubes grises ¡Me inundas de risas! Me saturas con tu cosquilleo colorido y melódico. No te vayas, no me dejes; solo un hombre como yo podría disfrutarte tan intensamente.